En el verano pasamos más tiempo al aire libre: queremos disfrutar del sol y del clima agradable, hacer deportes, pasar el día en la playa o la montaña, jugar. Como sabemos que el sol pega fuerte, nos ponemos cremas solares para cuidarnos de los rayos ultravioletas, y anteojos de sol para proteger los ojos que la mayoría de las veces se compran en la calle, farmacias o kioscos para salir del paso, porque son más económicos y fáciles de conseguir, y nos vamos satisfechos pensando que ya estamos protegidos. Error!
Los anteojos comprados en la vía pública NO protegen contra los rayos ultravioletas, en realidad no protegen contra nada y dan más problemas que soluciones, ya que aumentan el paso de la radiación a los ojos, que es lo que causa trastornos en el globo ocular. Ernesto Ferrer, presidente del Consejo Argentino de Oftalmología (CAO), lo explica: los anteojos «son oscuros pero no tienen filtros de rayos ultravioletas (UV), por lo cual en vez de proteger a la pupila de la radiación, el lente crea un efecto de cámara oscura que la dilata y hace que penetre en ella más radiación, dañándola y causando problemas en la visión».
Otro factor a tener en cuenta es el color del lente: no es lo mismo un anteojo de sol para usar en la nieve que otro para usar en la playa, ya que la radiación es diferente. El oftalmólogo es quien tiene que indicar el tipo de lente y el color, que puede ser en la gama del gris o del verde.
Los niños también deben usar anteojos de sol, en especial si pasan mucho tiempo al aire libre: ojos de los chicos permiten pasar mucha más luz que los ojos de los adultos, por lo que los rayos UV son más dañinos para ellos a causa de la falta de defensa contra los rayos de onda corta del sol. (conocé más al respecto en esta nota).
Por todos estos motivos, los anteojos de sol, aunque no tengan aumento, deben ser adquiridos en una óptica porque están hechos especialmente con los filtros de rayos UV adecuados.